Nadie sabe con exactitud cuándo
fue bautizada como la novia de Acámbaro, el caso es que así se le conoce desde
hace algunos años cuando fue coronada por ferrocarrileros de la localidad para
que no quedara duda del amor que se le profesa. El 10 de junio pasado cumplió
70 años y La Fidelita sigue casi como nueva: pistones, cilindros de vapor,
aceite, válvulas, manómetros, amperímetros, todo sigue en su lugar gracias al
esfuerzo y cariño de los jubilados del ferrocarril.
Don Lupe Herrera
Don Guadalupe Herrara es
actualmente el presidente de la Asociación Amigos del Ferrocarril en Acámbaro y
cuenta sobre los cuidados previos al festejo de La Fidelita.
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Se tiene que estar pendiente de qué es lo que ya
está deteriorado. Por ejemplo esta vez le tuvimos que cambiar parte de las
ventanas, parte del piso y todo eso es madera que con el agua se va
deteriorando, se va picando. Hay que estarle haciendo parches, igual que la
lámina.
Don Lupe, como
le conocemos, habla además sobre la próxima convención nacional de ferroaficionados
que tendrá su sede en Acámbaro los tres primeros días de agosto y recuerda que
cuando solicitaron la sede hubo alguien que les lanzó un reto.
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Ahora que solicitamos la convención, nos daban
la convención siempre y cuando echáramos a andar la Fidelita, le dije que era
muy difícil porque ya toda la tubería y parte del aceite que tiene el tanque
están tapados y secos. Quisimos hacer la lucha por abrir la parte de adelante
para cuando menos con madera creosotada prenderle fuego y que se vea que está saliendo
humo, pero alguien nos dijo que era hasta peligroso, y mejor así le dejamos.
Pero arreglamos un silbato y estamos haciendo hasta lo imposible para que se
oiga como silbato de máquina de vapor, le pusimos su su tripié y toda la cosa,
para que luzca más ahora que son los 70 años, ya merece la abuelita hacerle
algo mejor.
Por último don
Lupe agrega que el dinero del mantenimiento sale del bolsillo de los socios de
la Asociación más un apoyo mensual que reciben del gobierno municipal que
apenas les alcanza para mantener el Museo José Cardoso. Ahora que son ellos
como asociación los encargados de cuidar a La Fidelita y también de darle mantenimiento hay un
problema de inseguridad al que se enfrentan.
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Se está revisando continuamente la cosa de los
fierros porque también los indigentes en ocasiones vienen y hacen destrozos,
hay que estar al pendiente porque ha surgido que cualquier persona que ve cosas
de fierro las van a vender, hay que estar vigilando que haya ese tipo de
saqueos.
Atisbos de libertad
Cuentan los maquinistas de esa
época, que había la creencia de que las mujeres no podían subir a las máquinas
de vapor porque eran celosísimas, su presencia las hacía echar lumbre, pero al
paso de los años la Fidelita se ha ido acostumbrando a la presencia femenina,
aunque los que siguen haciendo labor de limpieza y mantenimiento son hombres
quienes además le procuran su belleza, sobre todo acercándose la fecha de su
aniversario.
Años atrás la antropóloga Emma
Yanes Rizo llegó a Acámbaro de la mano de su hija pequeña preguntando a los
abuelos sobre la máquina 296. Recorrió el pueblo conversando largas horas con
la gente que vivió las glorias del ferrocarril y el resultado fue un libro
espléndido que lleva el título de “Vida y Muerte de Fidelita, la novia de Acámbaro”
en donde contextualiza la labor del obrero ferrocarrilero, centrándose en su
esfuerzo de construir dos máquinas de vapor, las únicas hechas en México que
salieron a camino.
Hoy pocos se acuerdan del
significado profundo que tiene esta máquina que es más que un resto de
nostalgia detenido en un pedestal. Pocos se acuerdan que tuvieron que pasar
largos meses en los que las mujeres se quedaban esperando a sus maridos en casa
con las comidas recalentadas y los hijos apenas veían a sus padres, eran días de
ardua labor, intensa, en los talleres del ferrocarril, cuando luego de su jornada cotidiana,
herreros, maquinistas, pintores, fundidores, electricistas, se quedaban a
trabajar horas extras en aquella mítica Casa Redonda, buscando terminar esas
dos máquinas de vapor que significaban la liberación del yugo extranjero y el
fin de la subordinación ferroviaria con otros países: no más máquinas que no se
adaptaran a los caminos mexicanos, no más supervisiones y mantenimientos
ajenos. El trabajo, hay que decirlo, se hizo sin remuneración alguna y al mando
se encontraba el gran José Cardoso.
Y aunque el gusto nos haya durado
poco, hoy que los extranjeros pueden operar a su antojo en nuestro territorio
pagando sueldos miserables, revalorar La Fidelita es un ejercicio necesario.
Los obreros ferrocarrileros en la época de las construcción de la 295 y 296
fueron el resultado magnífico de años de luchas laborales que les antecedieron
pero que van en retroceso, por estas fechas ni siquiera sabemos qué pasó con su
fideicomiso de jubilación que debió durar hasta el año 2033. Además el
sindicato ferrocarrilero, que en algún momento de esta historia fue clave para
construir las máquinas demostrando su compromiso con los trabajadores, en la
actualidad es comandado por Víctor Flores, un hombre que sigue enriqueciéndose
con las prestaciones mensuales que quita arbitrariamente a los jubilados de una
empresa que ya no existe y que fue comparsa de su privatización a cambio de
canonjías en el congreso federal. La
Fidelita sigue siendo la novia de Acámbaro es cierto, pero debería ser
reconocida como ejemplo nacional de dignidad obrera, como un verdadero grito de
independencia.