En 2013 los acambarenses fuimos sorprendidos por la subasta en Paris de una figura hueca perteneciente a la cultura Chupícuaro conocida como la gran Venus Callypyge cuyo valor ascendió a los 3 millones de euros, literalmente nos quedamos con la boca abierta preguntándonos hasta dónde llegan las redes de corrupción, saqueo arqueológico y mercado negro que empiezan en esta zona. Poco después también supimos que el INAH había interpuesto una demanda contra la casa de subastas Sotheby’s, por comerciar con el patrimonio de la nación: 130 piezas mexicanas se encontraban en la misma circunstancia, a la fecha la preciosa Venus no ha regresado a su lugar de origen.
En contraste, desde 1999 un grupo de franceses
comandado por Brigitte Faugere han realizado un trabajo magnífico de
investigación arqueológica en Acámbaro, Tarandancuao y Jerécuaro. Lo que han
encontrado en estos sitios ha revolucionado lo que sabíamos de la cultura
Chupícuaro, una de las más importantes de Mesoamérica. Hace unos días un grupo
de acambarenses visitamos el Centro de estudios Mexicanos y Centroamericanos
(CEMCA) en la Ciudad de México, para conocer el resultado de 15 años de trabajo
arqueológico. El lugar fue concebido en
1960 como un laboratorio de arqueología y etnología en donde los franceses
pudieran hacer trabajo de investigación en México y Centroamérica gracias a una
serie de privilegios obtenidos de un acuerdo diplomático cuyo intermediario fue
el entonces presidente Charles de Gaulle, con la condición de entregar cuentas
al INAH y ser supervisados por la instancia federal. El recurso con el que es
posible realizar este tipo de investigaciones proviene de las arcas francesas,
nuestro país se ha manifestado incapaz de financiarlos y su desatención ha sido
bien aprovechada por los extranjeros.
Hoy gracias a este trabajo
sabemos que la cultura Chupícuaro es mucho más antigua de lo que suponíamos,
por lo menos del 600 antes de Cristo, sabemos también que eran mucho más altos
de lo que pensábamos con un promedio de 1.70 m de longitud, que tenían un gusto
especial por los huesos humanos, que se alimentaban de peces y venados de la
zona, que domesticaban abejas y perros, que vivían un promedio de 30 años, que había
desnutrición en niños, que presentan rastros de desgaste molar posiblemente por
alguna actividad artesanal y que dejaron rastros de construcciones que muestran
un interesante sistema de drenaje.
Uno de los hallazgos más
significativos corresponde al sitio de San Cayetano, cercano a la comunidad de
Chupícuaro, en donde se encontró un enterramiento con sus ofrendas de cerámica
y figurillas, perteneciente a un niño. Gracias a este afortunado encuentro las
especialistas pudieron interpretar cada uno de los elementos en su contexto, lo
que arroja mucha información que no se tenía, allí incluso encontraron rastros
de alimento en una de las vasijas.
Entre los hallazgos se
encuentran 25 sepulturas y que son pocas
comparadas con la época de Piña Chan producto del saqueo. Pero hay más de cien
mil tepalcates, varios miles de piezas líticas, piezas de basalto, piezas
enteras, los esqueletos completos de las sepulturas, los huesos que se
encontraron en contextos no funerarios dispersos, pigmentos, hermosas vasijas.
Todos estos materiales se encontrarán en resguardo de los franceses por
alrededor de un año más mientras terminan las publicaciones que marcarán el
punto final de este ciclo. Después entregarán las piezas al INAH quien decidirá
en su momento qué destino tendrán los hallazgos, si se irán a las bodegas, a
algún museo del país o si se quedan en Acámbaro. Nuestro municipio tiene una
oportunidad histórica de luchar por esas piezas que si bien son patrimonio
nacional, deberían de quedarse en la zona, para ello se requiere de voluntad
política y del apoyo de la comunidad. Empieza entonces un periodo de actividad
burocrática que esperamos nos permita ser custodios de esta riqueza. Por años
hemos solapado el saqueo en estos municipios, así que hoy tenemos una
oportunidad de reivindicarnos.
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