Por Emma
Aguado
El pasado 11 de julio Acámbaro vivió de nueva
cuenta una peregrinación inusual en donde se registra una espectacular lluvia
de panes. Y a pesar de la insistencia del párroco de San Francisco responsable
de coordinar las fiestas patronales de no olvidar el carácter religioso del
acontecimiento, esta peregrinación ha ido enriqueciendo su trasfondo popular
con otros elementos de manera natural al paso de los años. Este año
participaron alrededor de 20 panificadoras que aventaron miles de piezas de pan
tradicional en miniatura previamente embolsadas por comodidad e higiene,
haciendo un recorrido que inició en el templo del Ecce Hommo y finalizó en el
templo de San Francisco.
Si bien es cierto la peregrinación se ha
vuelto un espectáculo por lo inusual que resulta regalar comida en tiempos de
crisis económica, también se vuelve un espacio de convivencia entre los
panaderos y las familias que consumen su
producto durante todo el año, fortaleciendo los lazos entre el vendedor
y el consumidor con un acto de generosidad de por medio, permitiendo a las
familias volcarse a las calles del centro de la ciudad con la esperanza de
llevarse por lo menos un pan a casa.
Como bien se sabe, Acámbaro es conocido por
ser el lugar del origen del Pan Grande que hunde sus raíces en Bocaneo
Michoacán, de donde vienen los primeros panaderos a experimentar con el
conocido entonces como Pan de Carreta, antecedente inmediato del pan que
conocemos en la actualidad con las tradicionales figuras de Picones, Tallados,
Rancheros y Acambaritas. La proliferación de panaderías al paso de los años
empujó al gremio a participar de los festejos a la Virgen del Refugio patrona
del municipio con una peregrinación organizada por ellos que implica llevar
ofrenda, música y pólvora.
La Octava es el nombre popular que designa a
este festejo pasados ocho días del cuatro de julio, día de la fiesta
patronal. Don Antonio Silva fue uno de
los iniciadores de la aventada de pan
y recuerda que a partir de los años setenta la procesión se hizo más alegre y
con más movimiento. Los panaderos
indican que en 1926 don Abraham Silva fue uno de los primeros mayordomos de la
fiesta que poco a poco adquirió mayor personalidad. En 1975 el panadero Rubén Gómez mejor conocido como “el Diablo”
construyó para don Antonio Silva un primer hornito como de juguete que adaptó a
un carro alegórico que hacía pan y mientras avanzaba por las principales calles
del pueblo dos panaderitos iban arrojando el producto entre la gente. Así lo
cuenta don Antonio:
Yo fui el
primero que aventó pan, pero antes esa fiesta la hacía Nicolás Juárez, en cada
panadería nos ponía una alcancía, de ahí
sacaba para la fiesta del cuatro y para la octava, en esos ayeres cada negocio
cooperaba, se acostumbraba una limosna para la fiesta. Pero antes no sacábamos
a la virgen no la prestaba el cura, nosotros se la pedimos. Ahora lo que
hacemos también es llevar carro alegórico con una niña de la familia
representando a la virgen del Refugio. En la noche hacíamos buena variedad, la
panificadora Guadalupe el primer año
trajo al Chato Franco y le seguimos. Rubén el Diablo traía un grupo,
Sandoval otro grupo, nosotros otro grupo, panadería Guadalupe otro, éramos
cuatro los únicos que participábamos, ahora es distinto. La música empezaba
desde la tarde del día anterior, se hacían alboradas, había mojigangas y
algunos panaderos agarraban la parranda hasta de tres días. Ahora hay mucha
gente que viene de todos lados para ver la aventada de pan.
La fiesta de la Octava en la actualidad es
una de las más importantes de Acámbaro, sigue sorprendiendo a propios y a
extraños que haya un lugar en el mundo en el que literalmente llueve pan. Y es
cada 11 de julio precisamente cuando se festeja el día del panadero,
previamente organizados regalan al pueblo hasta cuatro toneladas de pan
tradicional durante el recorrido de la peregrinación por las principales calles
de Acámbaro.
Días antes aceleran su producción, contratan
más personal y extienden los horarios para poder cumplir con la demanda de lo
que se regalará el día de la Octava. Ese día los patrones suelen organizar una
comida para los empleados y sus familias que luego participarán en la
peregrinación que culmina en una celebración religiosa dedicada a la patrona
acambarense.
Las imágenes de niños con mochilas repletas
de pan, los paraguas volteados entre la multitud con mujeres que regresan
cargando bolsas desbordadas con pan a sus hogares luego de saltar, reir y
pelear por cada una de las piezas, se multiplican, son miles de personas las
que salen a la calle a ser parte de tan singular costumbre. En el arrebato
todos tienen oportunidad de pan sin ningún tipo de distinción social: pobres,
ricos, altos, chaparros, abuelos, jóvenes, todos son iguales. Por la noche hay
fiesta en el atrio parroquial con grupos contratados por los dueños de las
panaderías además de castillos para la Virgen del Refugio, la patrona del
pueblo.
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