Las otras Patronas




Por Emma Aguado
Sentada a la orilla de la vía la Güera cuida a sus chivas desde hace diez años, sale a buscar qué darles de comer a esos animales desde aquel día en el que su hijo se fue de ilegal a Estados Unidos y le dejó el encargo. Se nota en su cara que le dolió mucho que se fuera así sin más, desprotegido, en manos del destino y por eso sus palabras se arrastran como se arrastra la tristeza en el pecho cuando se acuerda de las penurias que ha vivido su primogénito en la Frontera. Su nombre es Carmen López, pero casi nadie la conoce por su nombre, la mayoría le dice la Güera de la vía y asegura que comprende a los “muchachos” que vienen arriba del tren desde Centroamérica porque se acuerda de su hijo; agrega que de unos años a la fecha están haciendo parada en El Español, Chamácuaro y Teresa de Loreto, comunidades acambarenses, para descansar en casas abandonadas a las orillas de la vía buscando llegar al otro lado del río Bravo y casi todos son hombres, “a mí me conocen como la Güera de la vía porque siempre ando por aquí con mis chivas, por eso yo veo a los muchachos cuando pasan en el tren, son amables, le dicen a uno adiós. Van colgados pobrecitos del último vagón del tren, trepados apenas de una escalera. Unos van arriba y me saludan otros si se bajan a descansar aquí en la sombra y se quedan en la casa vacía que está en la orilla de la vía. Un día estaba lloviznando y me gritaron: préstenme la sombrilla jefa que me voy mojando, yo nomás me reí, si apenas anda uno…”. 
Sin saberlo la Güera bien podría ser una de esas Patronas en Veracruz que por un mero impulso de generosidad ayudan a esos cientos de migrantes que van trepados a La Bestia en un total estado de vulnerabilidad aventándoles comida al tren, un impulso que al final del camino es mucho más que un desayuno o una cena: es un acto de humanidad, “aquí somos otra señora y yo que les damos frijolitos y les juntamos ropa cuando nos piden, pero en general todo el rancho les ayuda cuando se meten, no les tenemos miedo, a mí me dan ternura. También les sacamos plática, por ellos sabemos que en sus países las cosas están peor que aquí y tienen que salirse o se mueren de hambre o los matan y que a veces en México los tratan más mal que en otros lados”.
Y debido a que desde hace años deambula constantemente a la orilla de las vías del tren pastoreando a sus animales lleva mejor que nadie un registro de este fenómeno migratorio, “no pasan todos los días, se miran salteados, pasan dos o tres cada quince días y eso empezó de unos cinco o seis años a la fecha, antes no pasaba”,  dice Carmen quien lleva viviendo 28 años en Teresa de Loreto.


De acuerdo al informe de  Rodolfo Casillas, “Las rutas de los centroamericanos por México” realizado para el Instituto Nacional de Migración, las rutas son variadas dependiendo del grupo de migrantes del que se trate y del panorama de complejidades con el que se van enfrentando en su camino: hay rutas llamadas principales, otras secundarias y otras hasta autónomas, “Esta diferenciación sirve para entender que unos flujos vayan por una vía, se desvíen y tomen otra, para más adelante regresar a la primera…”. Un mapa de las rutas reconocidas por el estudio de Casillas indica que dos de los caminos principales hacia la frontera con Estados Unidos por vía ferroviaria pasan por Guanajuato, concentrándose en ciudades consideradas de enlace como Celaya, León o Irapuato que buscan a su vez rutas hacia puntos considerados plataformas como Piedras Negras o Ciudad Juárez. De igual manera aparecen los llamados lugares de paso donde migrantes permanecen por lapsos cortos debido a que son desviados por razones de seguridad sobre todo, y este es el caso de Acámbaro municipio que recibe un número cada vez más creciente de migrantes centroamericanos que pierden la ruta a Celaya y buscan recuperarla, fenómeno que no ha sido lo suficientemente documentado en la actualidad.


PEDRO Y WILLY
Y aunque es cierto que cada vez son más los casos de centroamericanos varones que encuentran en Acámbaro un lugar de paso en su afán por alcanzar el ya tan gastado sueño americano, la reacción ante su presencia en zona urbana no es la misma en la zona rural, donde comunidades como Teresa de Loreto ubicadas a un costado de las vías del tren reciben y dan de comer a los migrantes que lo solicitan. En la ciudad de Acámbaro, cabecera municipal, los migrantes se enfrentan sobre todo con la indiferencia de la gente en buena medida porque se les mira con desconfianza y en muchas ocasiones son discriminados por su aspecto.
De igual modo no todos los que pasan por Guanajuato van hacia Estados Unidos de América, algunos ya vienen de regreso debido a las condiciones de violencia a las que se han enfrentado en su paso por México y han decidido regresar por su propio pie. Es el caso de Pedro y Willy quienes se conocieron en Saltillo y llegaron a Acámbaro buscando ser deportados en Celaya, “yo me salí de Honduras porque está muy pobre, lo que hice fue pegarle a Piedras Negras, pero no, ta’ muy duro, hay mucho secuestro por eso vamos pa’tras”, dice Pedro quien ya ha cruzado tres veces la frontera hacia Estados Unidos anteriormente, “de primero no molestaban, no había secuestros, esto se vino a descomponer desde el 2000. He visto muchas cosas: cómo se caen, cómo quedan mochas las personas, los balazos, los tiroteos, ya me salvé de los zetas por eso ya para  Matamoros, Laredo, Reynosa, ya no le tiro. Lo que no se me olvida nunca es que bajan la gente del tren y se la llevan, usted hace de cuenta que no ha visto nada y uno no puede denunciar a la policía, porque hay mucha corrupción. Llegando a la frontera, tiene que pagar 500 dólares para pasar nadando el Río Bravo, si se tira a la brava son 60 reglazos con clavos de dos pulgadas, le revientan todo”.
Willy también es de Honduras, él no pudo llegar a su destino, la violencia que vivió en México fue suficiente para decidir ya no continuar más, “está muy caliente la frontera, gracias a las casas de migrantes que nos ayudan podemos sobrevivir: nos cuidan, nos sanan, hay ropa, zapatos. Nosotros traemos ropa y comida en la mochila, agua, una mudada o dos, zapatos dos pares, dos pares de calcetines, dos boxers, dos pantalones, cobijas para dormir”. Y aunque los maquinistas y jefes de trenes tienen la obligación de reportar al Instituto Nacional de Migración (INM) a todo aquel que viaje en el ferrocarril de forma ilegal, muchos de ellos les permiten llegar a su destino, algunos están coludidos con el crimen organizado para cobrarles cuotas, otros simplemente los bajan dejándolos a la deriva, “a nosotros nos bajaron los guardias del tren, nos dijeron váyanse a pie para Celaya, nos dejaron a 20 Km de Acámbaro, por eso pasamos por aquí”, dice Willy.
El fenómeno de la migración centroamericana hacia Estados Unidos se ha intensificado en los últimos años a pesar de la violencia que se registra: son alrededor de 450 000 migrantes al año los que buscan llegar a la frontera con el Río Bravo pasando por nuestro país según cifras aproximadas del INM, muchos de ellos a bordo de La Bestia o el tren de la muerte, uno de los transportes más utilizados por los migrantes de menos recursos  que recorre el país de sur a norte como una de las principales vías que adoptan los centroamericanos al ingresar a por Chiapas y Tabasco principalmente a través de caminos vecinales que los acercan.

Y a pesar de que el artículo segundo de la Ley de Migración de nuestro país asegure un “respeto irrestricto de los derechos humanos de los migrantes, nacionales y extranjeros, sea cual fuere su origen, nacionalidad, género, etnia, edad y situación migratoria”, y de que contemple que “el Estado mexicano garantizará el ejercicio de los derechos y libertades de los extranjeros reconocidos en la Constitución, en los tratados y convenios internacionales de los cuales sea parte el Estado mexicano y en las disposiciones jurídicas aplicables, con independencia de su situación migratoria”, en la actualidad no se ha establecido un protocolo  adecuado de seguridad en los municipios para atender a los centroamericanos con situación irregular: no existen albergues, ni atención sanitaria, no hay recurso para brindarles ayuda de alimento o vestimenta, ni siquiera un registro puntual de casos. La política pública se ha enfocado en abordar temas de mexicanos migrantes en el extranjero y en municipios como Acámbaro donde el fenómeno va creciendo, es urgente tener las herramientas y el recurso para saber cómo actuar, más allá de que las distintas direcciones de Seguridad Pública en los municipios tomen como primera acción canalizar los casos al Instituto Estatal del Migrante en Celaya,  buscando deportaciones que es lo único que se tiene claro, sin dar puntual seguimiento a los casos para evitar abusos de poder y violaciones a sus derechos humanos.

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