Por Emma Aguado
Igual que este año, en Septiembre
de 2011 un grupo de jóvenes que rallaban los 17 años hacían huelga de hambre en
el Zócalo de la ciudad de Acapulco Guerrero. En aquellos días yacían tendidos a
lo largo del Kiosko con caras y ojos hundidos por la debilidad que pesaba sobre
sus ya de por sí delgados cuerpos, mientras uno de ellos los asistía con suero.
La demanda: estudiar medicina en la universidad pública de Guerrero que los
rechazaba por falta de espacio en las aulas. Semanas antes de esa fecha la
Universidad Nacional Autónoma de México inauguraba instalaciones en Guanajuato,
haciendo posible que cientos de jóvenes sin opciones para pagar por su
educación superior tuvieran oportunidad de estudiar. Y aunque sin duda el
esfuerzo de la UNAM no es suficiente
para abatir el rezago que existe en nuestro estado, por lo menos amplía el
panorama de oportunidades para las nuevas generaciones con un beneficio
inmediato para la comunidad guanajuatense gracias a casos como el del leonés
Gerardo Eric Hernández, egresado de la primera generación de la Escuela
Nacional de Estudios Superiores, unidad León formado en la carrera de Gestión y
Desarrollo Intercultural, quien hoy está al frente de un proyecto que se
desarrolla en el sureste de la entidad.
Gerardo tiene hoy 30 años y
decidió titularse con un trabajo que en buena medida tiene que ver con su
abuela originaria de Tarandacuao, una de las habitantes reubicadas a finales de
la primera mitad del siglo XX debido a la construcción de la Presa Solís, la más
importante de la entidad. Se trata del proyecto de Rescate Promoción y Difusión
del Patrimonio Subacuático que tiene como objetivo indagar lo que hay de tangible
e intangible que se quedó inundado y difundirlo entre la comunidad para que sea
ella misma la que se apropie de ellos, “son 22 pueblos los que se inundaron,
todos ellos tienen el derecho de rescatar su patrimonio y de dárselo a conocer
a las nuevas generaciones, lo que buscamos también es fortalecer la identidad.
Yo digo que es un libro lo que se quedó debajo de la presa y hay que rescatarlo”,
comenta Gerardo quien agrega que el tema, “sigue siendo una herida abierta para
muchos de los que fueron reubicados”.
Luego de una primera etapa de
diagnóstico que empezó hace 18 meses Gerardo Hernández y que consistió en
visitar archivos históricos, registrar documentos y visitar comunidades: San
José del Porto en Tarandacuao y Nuevo Chupícuaro en Acámbaro (para evaluar el
apego y el arraigo que tiene la gente con su historia), hoy se plantea que
podría ser a mediados del mes de noviembre cuando realice la primera inmersión
en la presa con un sonar y un magnetómetro para explorar que son propiedad del
INAH, acompañados de un equipo de buceo.
La especialista en arqueología
subacuática Flor Trejo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)
quien está coordinando esta parte de la investigación comenta, “la arqueología
subacuática es una disciplina muy joven que en México lleva tan sólo 30 años, aunque
en el mundo ya cuenta con alrededor de 50. Es fascinante y a pesar de que somos
más agua que tierra en este país, la especialidad lleva poco tiempo en México,
lo que nos habla de lo grande que es el potencial. Es un método de acceder a
los objetos que se relacionan con el entorno explorado y nos proporcionan
datos, hoy sabemos por ejemplo que en el México prehispánico había
embarcaciones que viajaban a Sudamérica, que había estos contactos”, y aunque
muchos de los gastos correrán a cargo del INAH la especialista comenta que
habrá necesidad de conseguir patrocinios para gastos operativos debido a que la
investigación podría durar varios años.
Un buen día, animado por las
historias que le había contado su abuela desde pequeño, Gerardo tomó aire y
decidió hablar con Flor Trejo durante una conferencia en la Ciudad de México
para exponerle la situación del patrimonio sumergido en tres municipios de
Guanajuato: Tarandacuao, Jerécuaro y Acámbaro. A Flor le pareció interesante y
los vínculos empezaron a tejerse.
Hoy ambos están conscientes de
que la presa tiene por lo menos dos momentos importantes en términos de
patrimonio cultural: la cultura Chupícuaro desde tiempos prehispánicos y una Hacienda
del siglo XVI sumergida en San José del Porto, pertenece al municipio de
Tarandacuao que hoy está sumergida en la presa Solís, “ya contamos con el
testimonio de una persona que habitó en la hacienda, que nos contó de sus
construcciones y ahora lo que buscamos es ir más allá, encontrar las
particularidades que con la tradición oral no se pueden ver”, comenta Gerardo.
Los diagnósticos comunitarios que
realizaron hace un par de meses en las comunidades de San José del Porto y
Nuevo Chupícuaro tienen por objetivo medir el nivel de identificación de los
habitantes con su patrimonio cultural para plantear una estrategia que modifique
los aspectos negativos con alternativas de solución. El joven especialista
describe que uno de los problemas más evidentes en Chupícuaro es que les está
vedado el camino para llegar a la comunidad de Munguía, lugar donde cada
principio de año acudían debido a su cercanía con su antiguo pueblo, para
realizar una comida comunitaria y una celebración religiosa, hoy ese camino ha
sido vendido a un particular que eventualmente les niega el paso. Por su parte en San José del Porto el
problema, dice Hernández, es el olvido y la falta de interés por el rescate del
patrimonio cultural, la imposibilidad de regresar a su pueblo.
En vistas de que el producto de
su investigación pueda convertirse en algo más grande que a la larga traiga
beneficios turísticos a la zona, actualmente se está buscando consolidar un
consejo regional para el rescate promoción y difusión del patrimonio cultural, “porque
son 22 pueblos pertenecientes a tres municipios, “es un proyecto muy grande que
involucra a muchas autoridades, a muchos actores, pero queremos que sea la
misma gente, los habitantes los que tomen al final las decisiones, que tengan
más responsabilidad. Los restos del antiguo pueblo, los objetos materiales son
eso, objetos, pero lo valioso está en el sentido de que la gente de a esos
elementos. Sabemos que son 22 pueblos, vamos a iniciar con dos pero la
intención puede ser tener el registro de los 22, sería algo ideal, porque
ninguno de los pueblos vale más que otro”.
Haciendo alusión a la
construcción de la presa Solís que dejó inundadas 22 comunidades, Gerardo
comenta que, “muchas veces el progreso no considera los sentimientos de la
gente, por eso este proyecto es totalmente opuesto a esa idea. Pensamos que un proyecto
que se pueda consolidar debe tomar en cuenta a la gente, a los seres humanos, son
ellos los que deben formular sus estrategias, y el producto no necesariamente
debe estar ligado a lo político, a lo material, porque hay otros proyectos que
hacen felices a las personas y no tienen que ver siempre con el dinero. La
gente tiene derecho a saber, a identificarse con su historia, es muy importante
la identidad”.
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